¿ Como empezar esta entrada para contar que depues de siete meses sumido en el desanimo, la angustia y la rutina de estar parado, por fin he vuelto al "curro".
Y digo como empezar, porque si conté con vuestro apoyo en mis días oscuros, también quiero compartir mis alegrías, aun sabiendo que muchos todavía os encontráis en la cola del paro esperando que llegue el momento de incorporaros de nuevo a la rutina del trabajo a diario.
Mi rutina comienza a las ocho de la mañana, el centro de trabajo lo tengo muy cerca, a cinco escasos minutos de donde vivo. Salgo de casa cuando los primeros y tímidos rayos de sol asoman por encima de las nevadas montañas tiñendo de color naranja el azul del cielo. Paso por debajo de una hilera de mimosas en flor con un intenso color amarillo que desprenden un olor tan fuerte que tarda en desaparecer de mi nariz.
Mi trabajo no puede ser más bonito, me encanta el trato directo con la gente y los vecinos del pueblo.
Todos los días he de desplazarme a la urbe próxima para llevar el correo, hacer alguna gestión en organismos oficiales, recoger material de oficina ... me gusta detenerme en el paso de peatones para dejar que cruce la calle una algarabía de niños de todas las razas y colores cargando con sus mochilas y sus carteras con ruedas, acompañados algunos de sus madres, que forman otro nutrido grupo, con alegres, variados y dispares modos de vestir desde las prendas más actuales, a los pañuelos y las túnicas.
Todos los días veo en la plaza que hay encima del aparcamiento subterráneo al jubilado haciendo ejercicios de calentamiento y dando pequeñas carrerillas antes de coger la pelota para disputar un solitario partido de baloncesto con continuados botes de pelota y lanzamientos al aro.
Todos los días, de vuelta al pueblo el mismo ir y venir de gente, unos que van al centro de salud, otros al supermercado, a la farmacia; saludo al vendedor de cupones, a la repartidora del correo, al panadero. Todos los días cuando no en un barrio cuando no en otro me encuentro al pescadero con sus altavoces pregonando la frescura de la merluza y los chicharros, siempre rodeado de gatos que se relamen esperando que se caiga alguna raspa.
Todos los días veo pajaros que adivinan ya la primavera y se afanan por meter hierbas en los aleros de los tejados o suben a lo más alto de los arboles con pequeñas ramas en el pico para hacer los nidos
Todos los días la misma rutina, pero bendita sea la rutina del trabajo.