Al instante lo vimos.
Las olas eran dos
y tenían ojos verdeaguados
que nos miraban
al arribar a aquella playa
frente a los altos cerros cántabros.
Pájaros libres brillaron
en tu rostro para mi.
Al instante lo vimos.
Las olas eran dos y nos miraron.
No estáis solos,
reverdecéis sanos y escarpos.
Los oleos santos
a ras de agua cantando dieron
su espuma alegre
al atrio parco de oscura iglesia.
Al instante lo vimos:
paisaje antiguo
donde las ninfas recogen copos
y hojas caídas que tanto embriagan.
Y el atrio, en llamas,
de iglesia negra.
Manolo García a veces hace letras que son canciones...aunque no las ponga música.
Ésta es de su libro:
El fin del principio.
Una de mis lecturas de este atípico verano.
Puesta de sol en "El Bolao".