Posiblemente ésta sea la entrada que más me va a costar plasmar en palabras de todas cuantas he hecho en mi blog.
Y es que por fin pude hacer realidad un sueño que llevaba fraguando desde hace tres años y tenía que hacerlo.
La vida se nos pasa tan pronto que hay que atreverse a perder el miedo y el equilibrio si queremos hacer realidad lo que soñamos.
Llegué a los campamentos de refugiados saharauis tras un agotador viaje cuando el sol empezaba a lamer el arena en las dunas.
El té ya estaba calentando en las brasas cuando entré en la casa a las seis de la mañana.
El recibimiento fue más caluroso que el que desprendía el carbón y en mi cabeza sonaba "El universo sobre mi" de Amaral, en el alminar de la mezquita cercana el muecín hacía con su envolvente voz el llamamiento a la primera oración del nuevo día.
Ha llegado el momento de abrir los regalos, salen de la bolsa caramelos, globos, galletas, cepillos y pasta de dientes, jabones, cremas hidratantes para sus resecas pieles, turrones y...una quesada pasiega que llevé envasada al vacío.
Fátima, mi madre de acogida deja resbalar dos lágrimas por sus mejillas.
Seguramente le han costado más a ella las dos mantas que me ha comprado para que no pase frío, que todo lo que yo he llevado.
Es indescriptible la hospitalidad de éste pueblo que derrocha dignidad por cada uno de sus poros.
Abdalá, mi niño saharaui ha cumplido dieciséis años , ya no es aquel niño travieso e inquieto como el rabo de una lagartija que jugaba al futbol y corría por los prados de Polanco.
Ha madurado, tiene las ideas muy claras y unos objetivos en la vida que ojalá pueda conseguir aunque la tozuda realidad es que no hay mucho futuro en estos campamentos de refugiados.
Tres generaciones han nacido en ellos después de ser vergonzosamente obligados a abandonar su querido Sahara Occidental, ver sus recursos expoliados, perseguidos y masacrados con la connivencia internacional, incapaces y faltos de voluntad para hacer cumplir las resoluciones de la ONU y las sentencias de los tribunales de la Comunidad Económica Europea. Sentencias económicas favorables al reconocimiento de los derechos del pueblo saharaui a ser dueños de su pesca, sus fosfatos y en contra del expolio que sobre ellos hace infringiendo todas las normas, el reino de Marruecos y su chantaje permanente.
Abdalá se pasa todo el día a mi lado, pendiente de todo, que no me olvide de tomar mis medicinas, me enseña los rincones que sólo él conoce, me presenta amigos y vecinos y levanta de la arena las sandalias que muestran las suelas y su significado:
"Hasta aquí llegué amigo, si tú aún te encuentras con fuerzas, calza mis sandalias y continúa el camino".
Los días se hacen largos, aquí se ha detenido el tiempo y al atardecer a la sombra de las paredes de adobe se reúnen para jugar en un tablero dibujado en la arena con sencillos elementos, piedras, palos y excrementos de cabra, largas partidas de un juego para mi incomprensible.
Me lleva hasta la casa del anciano artesano que no pone obstáculos para ser fotografiado y me cuenta que él un día también fue español y que lleva más de cuarenta años soñando con regresar a su tierra.
Le compro algunos objetos y me despide agradecido.
Ella se llama Mona, y hace honor a su nombre pues su expresividad resalta su belleza.
Si bella es por fuera no queráis imaginar lo bella que es por dentro, su timidez al principio impedía que se mostrara tal cual era.
Una vez rotas las barreras todo es empatía, se muestra alegre y posa con toda naturalidad sin esconder secretos a la cámara.
Najat tiene nueve años y un desparpajo que enamora, tan pequeña y tan madura, las conversaciones que mantiene con su madre son interminables.
No se despega de mi, todo el día con una pelota de goma debajo del brazo que termina pinchándose.
Cuando llega el día de la despedida me dice que quiere venir conmigo en la mochila.
Es pequeña pero ella sola llena todas las dunas de un desierto.
Se pasa el día pintándose mechones del cabello y como lo quiere tener largo se hace trenzas con el pañuelo.
Abdalá es de por si serio pero cuando ríe es un regalo que me hace y me me desarma con su sonrisa.
El día de la despedida apoyo mi mano en su cabeza y él la baja hasta apoyarla en mi hombro.
Se contiene y yo lloro sin consuelo.
Y Larossi, mi traductor y el hombre de la casa, que gran persona, derrocha fe y se pasa el día cantando, es un cascabel.
Su frase favorita es: "No pasa nada".
Más si pasan cosas, pasan los días, ha sido todo tan corto que no quiero despertar del sueño y seguir viendo a éste pueblo hacer equilibrios en el desierto.
Quiero ver más lunas de día mientras palmotean un tambor, cantan y levantan arena que se lleva el viento del desierto.
Quiero seguir viendo las penumbras que quedan cuando se oculta el sol...
...que la luna siga alumbrando las jaimas y las casas de adobe...
...y que Najat se pueda seguir calzando sus zapatitos rosa para ir de fiesta...
...siga peinando sin perder la inocencia los pelos azules de una barbi sin cuerpo.
Y no necesita más para ser feliz.
Habrá un antes y un después de este sueño cumplido y tardaré mucho tiempo en procesar tantas emociones vividas.
Y Amaral sigue sonando en mi cerebro:
Quiero vivir, quiero gritar
quiero sentir el universo sobre mí
quiero correr en libertad
quiero llorar de felicidad
Quiero vivir
quiero sentir el universo sobre mí
como un náufrago en el mar
quiero encontrar mi sitio.
https://www.youtube.com/watch?v=NFary9e9jo0