El silencio en este mundo es atronador, tanto que no deja escuchar los pasos en la nieve, por unos caminos que solo existen en la memoria de estas gentes.
No se escucha al ternero recién nacido que berrea esperando la ubre de su madre, mientras la nieve, silenciosamente, se disuelve en el techo de la cabaña donde el humo del fuego encendido no encuentra chimenea para escapar y lo hace, silencioso, por entre las juntas de las losas de pizarra.
No se escucha, (es de pocas palabras) al pasiego que sujeta el ronzal atado al noble animal, ni se oyen los ladridos de los fieles escuderos que lleva detrás.
Y no se escucha porque está cansado ya de hablar, donde nunca le quisieron escuchar.
Pasiego en San Roque de Ríomiera, subiendo al Portillo de Lunada.