La XI etapa "Luchando por la Vida" partió del Puerto de Palombera en el corazón de la Reseva Nacional del Saja en dirección a Tudanca, ( Tablanca en la novela Peñas Arriba de José María de Pereda.) pasando por los pastos de Sejos y "los Cantos de la Borrica", haciendo cima en el "Cuetu de la Concilla" (1923 metros de altitud) y salvando 1272 metros de desnivel positivo y 1452 de desnivel negativo y más de 25 kms de distancia, una marcha de las consideradas duras, nivel de dificultad: ****
El tiempo era bueno al inicio de la etapa pero pronto nos encontramos con la nieve en el interior del hayedo y ya nos acompañó y estuvo presente durante casi todo el recorrido.
Las formaciones rocosas que se encuentran al otro lado del río que sonoro discurre por el barranco, son de una singularidad y belleza que a nadie dejan indiferentes, tal parecen las rocas fichas de un rompe cabezas manteniéndose milagrosamente en equilibrio, y son conocidas como "Los molinillos del diablo".
Vamos subiendo a buen ritmo y el espesor de la nieve es más grande cada paso que damos.
Aunque no lo creáis el frío no hace todavía mella, no llueve, no hace viento y hacemos votos para que transcurra así toda la etapa.
Cruzamos el río Infierno que poco a poco en su discurrir canal abajo va aumentando su caudal, es un espectáculo ver nacer y crecer estos ríos en las montañas, a mi esta foto me parece una de las más bellas que saqué este día.
En el refugio de Sejos, rodeados de unos bloques de piedra formados por un amasijo de cantos de río de origen glaciar, retomamos fuerzas para atacar la subida al Cuetu de la Concilla.
Engaña, la cima parece estar más cerca pero se aleja a medida que avanzamos, la pendiente es considerable y el ritmo se hace cada vez más lento.
Ahí, en ese cercado, tapados por la nieve se encuentran unos menhires y restos megalíticos con unas extrañas inscripciones que tienen entretenidos a los investigadores tratando de averigüar su milenario pasado.
A partir de aquí me siento protagonista, dentro de la novela "Peñas Arriba" que tan bién supo narrar el escritor.
"Se remontaba a lo más alto de cuanto había oído y
leído sobre aquella empingorotada región de la cordillera cantábrica, y era de ver cómo se
las había, primeramente, con los celtas, nuestros supuestos progenitores, y se descolgaba
enseguida de allí para enzarzarse mano a mano y como quien ventila y justiprecia
ordinarios y corrientes asuntos de familia, con aquellas tribus montaraces, con aquel
cántabro feroz que pasó los Alpes y luchó con Aníbal contra Roma y derrotó a Escipión en
el Tesino. Después hablaba de Augusto y sus legiones, venidos a Cantabria expresamente
para someternos al yugo romano; de que tal era nuestro empuje, tal «nuestro» valor y tal
«nuestro» apego a la independencia, que el César había necesitado seis años para triunfar
en un empeño que le había parecido obra de pocos días; de los horrores de esta guerra
bárbara entre inaccesibles peñascales y profundos y sombríos barrancos, donde rugían las
aguas tintas en la sangre de «los nuestros» y de los aguerridos legionarios."
leído sobre aquella empingorotada región de la cordillera cantábrica, y era de ver cómo se
las había, primeramente, con los celtas, nuestros supuestos progenitores, y se descolgaba
enseguida de allí para enzarzarse mano a mano y como quien ventila y justiprecia
ordinarios y corrientes asuntos de familia, con aquellas tribus montaraces, con aquel
cántabro feroz que pasó los Alpes y luchó con Aníbal contra Roma y derrotó a Escipión en
el Tesino. Después hablaba de Augusto y sus legiones, venidos a Cantabria expresamente
para someternos al yugo romano; de que tal era nuestro empuje, tal «nuestro» valor y tal
«nuestro» apego a la independencia, que el César había necesitado seis años para triunfar
en un empeño que le había parecido obra de pocos días; de los horrores de esta guerra
bárbara entre inaccesibles peñascales y profundos y sombríos barrancos, donde rugían las
aguas tintas en la sangre de «los nuestros» y de los aguerridos legionarios."
"Nos hallábamos entonces al pie de una altísima sierra que se desenvolvía, a diestro y a
siniestro, en interminable anfiteatro.
-¿Por dónde tomamos ahora -pregunté a Chisco-, y adónde iremos a salir?
-¿Vey usté -respondióme levantando y extendiendo el brazo y apuntando con la navaja
abierta mientras mascaba los primeros bocados de pan y queso-; vey usté, enfrenti de nos,
ayá-rriba, ayá-rriba de tou, una coyá (collada) entre dos cuetus... vamos, al acabar de esta
primera sierra?
-Sí la veo -contesté.
-Pos güenu: ¿vey usté tamién, por entre los dos cuetus de la coyá, otra lomba (loma) más
alta, que cierra tou el boqueti?
-La veo.
-Pos por ayí hemos de pasar.
-¿Por entre los dos cuetos?
-Por encima de la lomba que va del unu al otru.
-¿Por encima de aquella última?
-Por encima de la mesma.
-¡Pero, hombre -dije estremeciéndome-, si sobre aquella loma no se ve más que el cielo!
-Pos crea usté -me replicó el espolique con gran prosopopeya-, que, así y con tou, hay
mucha tierra que pisar al otru lau."
siniestro, en interminable anfiteatro.
-¿Por dónde tomamos ahora -pregunté a Chisco-, y adónde iremos a salir?
-¿Vey usté -respondióme levantando y extendiendo el brazo y apuntando con la navaja
abierta mientras mascaba los primeros bocados de pan y queso-; vey usté, enfrenti de nos,
ayá-rriba, ayá-rriba de tou, una coyá (collada) entre dos cuetus... vamos, al acabar de esta
primera sierra?
-Sí la veo -contesté.
-Pos güenu: ¿vey usté tamién, por entre los dos cuetus de la coyá, otra lomba (loma) más
alta, que cierra tou el boqueti?
-La veo.
-Pos por ayí hemos de pasar.
-¿Por entre los dos cuetos?
-Por encima de la lomba que va del unu al otru.
-¿Por encima de aquella última?
-Por encima de la mesma.
-¡Pero, hombre -dije estremeciéndome-, si sobre aquella loma no se ve más que el cielo!
-Pos crea usté -me replicó el espolique con gran prosopopeya-, que, así y con tou, hay
mucha tierra que pisar al otru lau."
"Más de una hora tardamos en atravesar el Puerto, que mide, por aquella línea, cerca de
dos leguas. Al fin de esta jornada fastidiosa, nueva sorpresa para mí, nuevo espectáculo,
nuevas ideas y nuevas impresiones. Un despeñadero al frente, otro a la derecha, otro a la
izquierda... ¿Por cuál de ellos tomaría Chisco...? Por el peor, por el primero, por el único
que, aunque mala, tenía salida visible. Esta salida era la resultante de algo así como
desmoronamiento de una colosal muralla construida por titanes para escalar nuevamente
el cielo. Por uno de los intersticios de aquella escombrera de montes dislocados, musgosos
unos y a medio revestir de avellanales, árgomas y acebuches otros, alguno de ellos bien
poblado de hayas robustas o de esbeltos «mostajos»"
dos leguas. Al fin de esta jornada fastidiosa, nueva sorpresa para mí, nuevo espectáculo,
nuevas ideas y nuevas impresiones. Un despeñadero al frente, otro a la derecha, otro a la
izquierda... ¿Por cuál de ellos tomaría Chisco...? Por el peor, por el primero, por el único
que, aunque mala, tenía salida visible. Esta salida era la resultante de algo así como
desmoronamiento de una colosal muralla construida por titanes para escalar nuevamente
el cielo. Por uno de los intersticios de aquella escombrera de montes dislocados, musgosos
unos y a medio revestir de avellanales, árgomas y acebuches otros, alguno de ellos bien
poblado de hayas robustas o de esbeltos «mostajos»"
"Allí concebí al cántabro de sus himnos en toda su bárbara
grandeza, hasta vestido de pieles y bebiendo sangre de caballo; y aun llegué a verle: le vi,
sí, resucitado en carne y hueso, en la carne y en los huesos de mi propio espolique. Aquel
cuerpo fornido e incansable; aquellas guedejas estoposas, aquel palo pinto, que en su
diestra remedaba un venablo; aquel paraguas azul que, bajo su brazo izquierdo, podía
tomarse por un haz de flechas envenenadas; aquella mandíbula saliente; aquel mirar
poderoso e imperturbable; aquella faz montuna y atezada... ¡oh! escarbando un poco en
todo aquello, no había duda, resultaba el cántabro primitivo. Comprendí entonces su
resistencia de seis años contra las invencibles legiones de Augusto; y las legiones enteras
despedazadas en el fondo de los desfiladeros, o rodando por las agrias laderas, aplastadas
por los peñascos desgajados de las cumbres; el sentimiento exaltado de su salvaje
independencia; la muerte en cruz antes que el yugo del conquistador... todo, todo lo
comprendí y todo lo sentí, lo mismo que lo había comprendido y sentido mi padre, menos
que pudiera vivir entre tales vericuetos y tan esquivas soledades, un hombre de mi
educación, de mis sentimientos y de mis hábitos."
grandeza, hasta vestido de pieles y bebiendo sangre de caballo; y aun llegué a verle: le vi,
sí, resucitado en carne y hueso, en la carne y en los huesos de mi propio espolique. Aquel
cuerpo fornido e incansable; aquellas guedejas estoposas, aquel palo pinto, que en su
diestra remedaba un venablo; aquel paraguas azul que, bajo su brazo izquierdo, podía
tomarse por un haz de flechas envenenadas; aquella mandíbula saliente; aquel mirar
poderoso e imperturbable; aquella faz montuna y atezada... ¡oh! escarbando un poco en
todo aquello, no había duda, resultaba el cántabro primitivo. Comprendí entonces su
resistencia de seis años contra las invencibles legiones de Augusto; y las legiones enteras
despedazadas en el fondo de los desfiladeros, o rodando por las agrias laderas, aplastadas
por los peñascos desgajados de las cumbres; el sentimiento exaltado de su salvaje
independencia; la muerte en cruz antes que el yugo del conquistador... todo, todo lo
comprendí y todo lo sentí, lo mismo que lo había comprendido y sentido mi padre, menos
que pudiera vivir entre tales vericuetos y tan esquivas soledades, un hombre de mi
educación, de mis sentimientos y de mis hábitos."
Hicimos cumbre y nos repusimos de la empinada cuesta y cuando comenzamos el descenso se desataron todos los elementos, nieve, granizo y agua a medida que íbamos bajando y un viento racheado y continuamente de cara hizo que llegáramos a Tudanca tras más de ocho horas caminando, calados hasta los mismísimos huesos. ¡¡¡¡Aaaaaaaaachisssssss!!!!