...cuando regresó, todo estaba igual que cuando marchó cansado de vivir refugiado en su propia casa.
Era un adolescente y todas las mañanas se hacía la misma pregunta:
¿Que habrá al otro lado de las nevadas cumbres?.
Cruzó el desfiladero en busca del mar con el que soñaba cada noche.
Se creía dueño del tiempo y solo cuando regresó, al ver que la tenue luz de aquella bombilla era la misma que la luz difusa , que alumbraba la pestilente y húmeda bodega del mercante, entendió que el tiempo del que se creía dueño se había quedado allí.
El tiempo y todos los recuerdos, los oficios, los olores, el pan, el orujo, las hierbas que curaban todos los males, el abuelo que reparaba las varillas y la tela de los paraguas, el que ponía parches a los pucheros y a la alquitara y le hacía chiflos con algún recorte que sobraba de la hojalata, los cedazos de ventear las alubias, el esparto con el que frotaban el suelo, la tabla de amasar la harina, la leña y hasta su propia conciencia...todo seguía allí...
Era un adolescente y todas las mañanas se hacía la misma pregunta:
¿Que habrá al otro lado de las nevadas cumbres?.
Cruzó el desfiladero en busca del mar con el que soñaba cada noche.
Se creía dueño del tiempo y solo cuando regresó, al ver que la tenue luz de aquella bombilla era la misma que la luz difusa , que alumbraba la pestilente y húmeda bodega del mercante, entendió que el tiempo del que se creía dueño se había quedado allí.
El tiempo y todos los recuerdos, los oficios, los olores, el pan, el orujo, las hierbas que curaban todos los males, el abuelo que reparaba las varillas y la tela de los paraguas, el que ponía parches a los pucheros y a la alquitara y le hacía chiflos con algún recorte que sobraba de la hojalata, los cedazos de ventear las alubias, el esparto con el que frotaban el suelo, la tabla de amasar la harina, la leña y hasta su propia conciencia...todo seguía allí...
Manolo García
Lañador llamaban al que ponía "lañas" y reparaba los cacharros de latón, de cobre o de hierro. Oficio que, como tantos otros, se ha perdido en el torbellino del mundo moderno, que todo lo engulle.
ResponderEliminarUn saludo.
Si, y en esa casa museo hay buenos ejemplos del oficio de lañador con varias vasijas reparadas.
EliminarUna pena que se pierdan todas las referencias a tan nobles trabajos.
Un saludo.
Bonita història. Me encanta la composicion de la imagen.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Jordi por la visita.
EliminarUn abrazo.
Muy buena historia, que me ha encantado leer. Me gusta esta imagen de un tiempo pasado, en la qu había menos comodidades pero más calidad de vida, no se puede comparar el pan de ahora con ese pan tan artesanal, algunos parecen al masticarlo un troo de chicle.
ResponderEliminarBesos
En Liébana aún se puede disfrutar de buen pan, Antonia, y de buenos caldos y pucheros.
EliminarAnímate.
Un beso.
En el fondo... qué gran verdad. Todos los de pueblo pequeño de interior aspiraban a algo más grande.. Y muchas veces al llegar descubrieron que era tan solo un escaparate. Y como gustan esos lugares con sabor de antaño. Bonita foto!
ResponderEliminarGracias, Óscar, a veces el retorno es lo más acertado.
EliminarSaludos.
ResponderEliminar·.
Una imagen absolutamente etnográfica, preciosa... para desatar recuerdos.
Es cierto, cuando huimos traspasando las montañas termina siendo un retornar a nuestros orígenes, donde se había quedado la esencia de lo que hemos sido... y seremos.
Gran post, Tejón.
Un abrazo TyT
.·
LMA · & · CR
Gracias, maestro, será un placer volver.
EliminarYo os guiaré.
Abrazos.
Una imagen muy interesante. Para museo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Valverde.
EliminarUn abrazo.
...Rastro, huella de los pasos errantes...
ResponderEliminarY todo estaba en su sitio al volver. Ese rincón está lleno de recuerdos e historias contadas mientras el pan se cocía. Me ha encantado Tejón.
Un abrazo.
Para llegar hasta allí por una carretera preciosa para la Vespa...
EliminarAhí lo dejo...
Un abrazo, Laura.
Una foto que me ha llevado a mi infancia en un cortijo de Extremadura.Siempre queda el tiempo en el recuerdo. Nada se pierde.
ResponderEliminarSaludos
Me alegro que la foto te haya transportado, Pini.
EliminarUn abrazo.
Por favorr mi Manolo García, tuve la suerte de compartir una tarde con él el verano pasado y es un tipo tannn entrañable y tan comprometido con causas utópicas que me encantó más de lo que ya me encantaba antes. La foto me parece preciosa, por cierto en breve, por fin creo que voy hacer realidad una de mis propias utopías y será restaurar el horno de mi bisabuela que creemos que también fuese el horno de mi tatarabuela, la verdad es que salgo de una utopía y me meto en otra...
ResponderEliminarBesines utópicos, Irma.-
Tuyo y mío, Irma, Manolo nunca defrauda, y acompaña tanto...
EliminarMuy buena la idea de reparar ese horno, ya estás tardando, siempre hay que estar metido en algo, hay que tener ocupados la mente y el cuerpo, no hay que apolillarse.
Besos utópicos.
Que foto tan bonita tejón, me cuenta tanto, me cuenta secretos del viento y de una vida esperando a que el tiempo vuelva a ser.
ResponderEliminarGracias, muchas gracias, y muchos besos a todos
En la foto falta el gato, pero seguro que no andaría muy lejos...
EliminarBeso.
Me encanta la foto que junto a la historia que nos cuentas me llevan a Liebana.
ResponderEliminarSaludos.
Liébana esconde maravillas, Tomás, pero eso ya tu lo sabes.
EliminarUn saludo.
Lo malo es que actualmente los oficios se van perdiendo y los pueblos quedan deshabitados y sin vida.
ResponderEliminarUna pena.
Saludos
Triste realidad la de esta España vacía, Carmen.
EliminarUn abrazo.
Estos rincones me fascinan...
ResponderEliminarQué bonitas fotografías en tu isla. Me encantan. Sigue retratando recuerdos...
Desde luego que no. Todo tiempo nos regala algo . Así que el tiempo no hace otra cosa que enriquecernos y hacernos un poquito más sabios.
ResponderEliminarBesitos !! ;)