Intento ser como el tejón de "El viento entre los sauces", símbolo del sentido común, el coraje y la determinación, sabio ermitaño, leal con sus amigos, amante del buen tiempo y de los rayos del sol, y busco el equilibrio entre lo que yace bajo la tierra y lo que descansa sobre ella.

Intento ser como el tejón de "El viento entre los sauces",simbolo del sentido común,el coraje y la

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Intento ser como el tejón de "El viento entre los sauces",simbolo del sentido común,el coraje y la determinación, sabio ermitaño,leal con sus amigos, amante del buen tiempo y de los rayos del sol, y busco el equilibrio entre lo que yace bajo la tierra y lo que descansa sobre ella.

20/2/18

CASAS Y COSAS DE MAYORES

Era la misma hora de siempre, la de haber metido el ganado en sus cortes, muy pronto caldeadas por la propia tibieza de las bestias obedientes que iban ocupando sus respectivos lugares, dándose las buenas noches unas a otras con los últimos mugidos y balidos, esos curiosos respetos que entre sí se tienen los animales pastoreados por el hombre, y la de ir preparando la cena.

A esa hora, y cada día, a Lines le tocaba la misma labor, la que tenía que ver con el candil de aceite, y que invariablemente consistía en abrirlo, expurgar la ceniza, limpiarlo a conciencia, colocar la candileja y la torcía, y alimentarlo de nuevo para que su tío lo prendiera y surgiera en silencio aquella lengua quieta y blanca que solo acertaba a clarear un breve tercio de  cuarto, reducto de la calceta, el tazón y la baraja, quedando el resto espantado de sombras. Pero aquella tarde, rara excepción, la tía y madrina no le bajó el artilugio a la siempre dispuesta chavala que vivía con ellos- carecían de descendencia y en la casa de la ahijada boqueaban ya muchos, siete los hermanos, la ayuda era pues para ambos hogares- y le avisó de que a partir de entonces quedaba dispensada a perpetuidad de la tarea de limpiarlo. Lines, cumplidora pero extrañada, nueve años de lebaniega con remango, reparó en el resto de anomalías que habían aflorado ese día, como la reunión en la cocina de muchos familiares, gente de la vecindad próxima  y hasta algunos señores trajeados que ella no conocía y que hablaban entre sí con palabras extrañas haciendo gestos y apuntando en varias direcciones, y como aquel correr por la pared los bramantes trenzados que desde la misma mitad del techo se descolgaban y acababan hechos un gurruño dentro de una oscilante bola de cristal. Entonces, justo cuando el servicio de un limpio candil se hacía más necesario y todos aguardaban en silencio a que algo sucediese, momento salpicado de respeto y curiosidad y algo de temeros prevención, similar al alzamiento eucarístico de la sagrada forma, alguien dio una orden y las hebras que tenía aquel huevo en su interior enrojecieron como hierro en la fragua, y llamearon, y de pronto la pelota fosforesció y se inflamó por entero, irradiando un fulgor amarillento que barrió la noche de la cocina hasta dejar solo unas liaduras oscuras pegadas a los rincones. A Lines aquello le impresionó.

      - ¡Con decirte que esa noche no cené!

Fue la primera luz que tuvieron en la casa y venía de una fabricuca situada algunos kilómetros más abajo, molino que convertía en delgado hilo eléctrico el precipitarse de una torrentera, harina de chispas  surtida durante unas pocas horas de la noche, que aquellos arroyos no daban para más. Aún así el avance fue descomunal. "Tú sabes lo que era irse a la cama, dar la llave y, de repente, ¡haber luz!, habiendo vivido lo otro, Ay madre...", bisbisea Lines desde sus ojos bellos y bondadosos, desde su cuerpo trabajador, rama de fresno esbelta pero ya algo vencida por los años, mujer prudentísima y gran panderetera, y memoria enardecida de recuerdos y de honesta sabiduría, y de amor y defensa de las cosas del país.

   En aquel globo incandescente, Lines Vejo, nacida en el pueblo de Caloca en 1931, vio reflejadas muchas cosas...

Extraído el texto del libro: Palabras  mayores de Emilio Gancedo.

Un viaje por la memoria rural.

Muy recomendable su lectura.

La foto está sacada en el lebaniego pueblo de Luriezo, con una arquitectura rural digna de ver. 

13/2/18

¿SUBIMOS AL PORRACOLINA?

¿Por qué no?.

Es hora de subir una vez más a esta emblemática cima de Cantabria con sus 1414 metros de altitud y unos desniveles muy pronunciados.

Es una ascensión exigente, lo digo, por si  quieres subir con nosotros, y es posible que encontremos nieve en el ascenso, como  aquella que se ve al fondo de la foto, en el puerto de Alisas por donde hace un rato pasamos con el autobús.
 ¿Cómo deciros que ni el gallo pedrés ni el "gochu" nos van a acompañar?.
Dejando atrás las sombrías tapias del cementerio de Bustablado, dos soberbios ejemplares de castaño nos animan a continuar,  subiendo desde el fondo de un valle para alcanzar las cimas blancas y bajar hasta otro.
La pendiente y el lapiaz no se hacen esperar, el suelo húmedo y resbaladizo añade a la ruta más dificultad, hay que mirar muy bien donde pisar.
Antes de salir del bosque aparece la nieve que descansa sobre un lecho de hojas secas.

 En algún sitio leí que "huelen a santidad las hojas muertas"
El día amaneció con un viento del sur  que enseguida nos acaloró, pero al salir al descampado es otro cantar.

La altura y la fuerza del viento hace que tengamos que volver a ponernos los atuendos que nos habíamos quitado.

A las nubes mejor ni mirar, no te vayan a asustar...
...total...¿qué importa  si se juntan el cielo y el suelo?.
El Alto de Los Machucos, también conocido como Collado de la Espina está 921 metros de altitud, los espesores de la nieve ya son más que considerables.
Desde aquí hay una buena vista del Porracolina...cuando está despejado.
 Caminamos sin prisa, sin meta ni destino, por este lado de una frontera de estacas con alambre de espino.
El espesor de la nieve lo ha tapado todo, el viento la arremolina  y va formando crestas nuevas sobre los muros de piedra, los tocones de árboles caídos, las ramas rotas y los matorrales de helechos y escajos.
La lluvia es cada vez más intensa y empieza a diluir la nieve bajo los pies, llegar a la cima va a ser una tarea casi seguro imposible.
Optamos por seguir ruta y nos fijamos otro objetivo, el Porracolina va a seguir estando ahí y siempre habrá tiempo para intentar su ascenso una vez más.
Caminamos durante horas recreando la mirada por un escenario que parece  una radiografía de muros de piedra, árboles, cabañas y parcelas blancas que esperan  que llegue de colores preñada, la primavera. 
El suelo se vuelve fango y las suelas se cubren de barro, el camino se estira, se alarga, sube, baja...
La roca nos mira asustada.

De piedra,(como yo), os vais a quedar cuando veaís por donde hay que bajar.
Ya se ve el lecho del río Asón en el fondo del valle, y aunque cueste creerlo hasta aquí arriba llega el rumor de las aguas que como torrentes...
...bajan por las laderas arrastrando la nieve, las ramas y las piedras.

“¿Hemos vencido a un enemigo? A ninguno, excepto a nosotros mismos. ¿Hemos ganado un reino? No, y no obstante sí. Hemos logrado una satisfacción completa, hemos materializado. Luchar y comprender, nunca el uno sin el otro, esta es la ley.”
Mallory.

“Vive tu vida como si subieras una montaña. De vez en cuando mira la cumbre, pero más importante es admirar las cosas bellas del camino. Sube despacio, firme, y disfruta cada momento. Las vistas desde la cima serán el regalo perfecto tras el viaje.”
Harold V. Melcher.


4/2/18

¿SABÉIS LO QUE ME CONTÓ...

...la niña de las botas rojas y la chupa amarilla?.
Que a ella le gustaría que todos los niños del mundo, de Palestina, de Siria o de la India, pudieran  pisar los charcos, jugar con los perros, correr tras los pájaros y vivir toda la vida soñando.

Tenía yo el animo un poco caído, y me alegró el día.