Intento ser como el tejón de "El viento entre los sauces", símbolo del sentido común, el coraje y la determinación, sabio ermitaño, leal con sus amigos, amante del buen tiempo y de los rayos del sol, y busco el equilibrio entre lo que yace bajo la tierra y lo que descansa sobre ella.

Intento ser como el tejón de "El viento entre los sauces",simbolo del sentido común,el coraje y la

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Intento ser como el tejón de "El viento entre los sauces",simbolo del sentido común,el coraje y la determinación, sabio ermitaño,leal con sus amigos, amante del buen tiempo y de los rayos del sol, y busco el equilibrio entre lo que yace bajo la tierra y lo que descansa sobre ella.

26/1/14

ES TARDE

 Es tarde
pero es nuestra hora.
Es tarde
pero es todo el tiempo
que tenemos a mano
para hacer el futuro.
Es tarde
pero somos nosotros
esta hora tardía.
Es tarde
pero es madrugada
si insistimos un poco.

22/1/14

DETRÁS DE LOS VISILLOS

Fuera visillos, abre la ventana,
salta y no te detengas.
En la calle encontrarás,
a tus preguntas las respuestas.

13/1/14

CASTILLO DE ARGÜESO

"...y entonces, sobre un cerro encajonado en el fondo de un amplio seno de montes, un castillo roquero, que aunque ruinoso y cargado de yedra, conserva las principales líneas de su sencilla y elegante arquitectura..."
"Peñas Arriba" José M. de Pereda
El Castillo de Argüeso fue el emblema y la fortaleza del señorío de la casa de Mendoza en las tierras de Campoo.
De repente, al ver estas restauradas piedras retrocedí cincuenta años  y volvieron a mi recuerdos de mi infancia, sonidos, colores, olores, sabores, imagenes y  respuestas a muchas de las preguntas que me hice durante años.
De repente recordé aquel viaje, por aquella estrecha y sinuosa carretera, en un viejo autobús, que casi tocaba las paredes de piedra tratando de evitar el precipicio por cuyo fondo corrían las aguas del río Besaya, en aquellas temidas Hoces de Barcena.
 Era una aventura llegar hasta Reinosa, cuatro largas horas de carretera para un trayecto de ochenta kilómetros, pero para aquellos cuarenta niños, en el caluroso mes de julio era una aventura y un privilegio poder ir al campamento que organizaba la empresa de sus padres.
Sabíamos que estaríamos alejados un mes de la casa de donde muchos nunca habíamos salido más que para ir a la escuela y a la lejana playa algún día de verano caminando por los prados.

Lloramos al verse alejar el pañuelo que nos decía adiós tras los cristales del autobús, pero pronto nuestros ojos fueron descubriendo paisajes nuevos, mientras crecía la ilusión de conocer a los hijos de los mineros asturianos de Lieres con los que compartiríamos aquellas tiendas de lona en un claro rodeado de bosques.
Mirando por estas ventanas, viendo Peña Labra, el Pico Liguardi y el Tresmares, entiendo ahora mi fascinación por las montañas y las largas caminadas que hacíamos con nuestro cuidador Don Bernardo. Él nos enseñó las minas de cobre abandonadas, nos habló de los minerales y nos dio los primeros conocimientos de las plantas y sus usos medicinales.
Aquí aprendí a convivir con gentes de otras tierras, descubrí las hueseras de los cementerios y las calaveras, aprendí a escuchar el sonoro canto de los ríos y a buscar, con la mirada puesta más allá de las montañas, el sonido del mar y las olas, ahora tan lejanas.
Santanderinos,"patas de cochino" nos decían los asturianos y nosotros a ellos,"asturianos patas de marranos" pero nunca llegó la sangre al río, de ellos aprendí el manejo de la navaja, y con ellos aprendí a tallar pequeños barcos de madera y a hacer dibujos y filigranas en las varas de acebo y avellano.
Estas piedras hoy restauradas despertaron en mi fantasías y leyendas de caballería, romances con princesas y batallas entre moros y cristianos.

Y aprendí a querer y a no molestar a las aves nocturnas el día que escalé estas paredes de piedra, trepando por  la hiedra que crecía vertical.  Tan alto llegué que desperté de sus sueños un cárabo grande que  salió volando asustado. Cegado por la claridad del día soltó sobre mi toda la ingesta de una copiosa cena que provocó las risas de todos y en mi un sonrojo avergonzado al verme pintado de blanco como si una mano de cal me hubieran dado.
Aprendí el daño y los dolores de barriga que produce un atracón de ráspanos y  a no tener miedo por las noches, dentro de la frágil tienda de lona, al oír canto de las lechuzas y escuchar por primera vez el aullido de los lobos.
Y hay cosas que se aprenden con el paso de los años, porque sigo siendo un niño que se pregunta por qué crece el muérdago en los árboles más altos...
...hoy se la respuesta, son los pájaros que comen las semillas blancas y gelatinosas y tienen tanta dificultad para expulsarlas cuando las digieren que han de frotar el culo contra las cagigas y los espinos para poder desprenderse de ellas, asegurando el muérdago su supervivencia.
Y como sigo siendo un niño me he dedicado a pegar las semillas de la rama de muérdago que tomé de un espino en Argüeso en las cagigas y los fresnos de mi cueva, y en mi cueva sigo persiguiendo como cuando era niño los arco iris de colores.