Hace años que estos viejos no siegan, ni aran ni estropean el bosque. Picayeo en las piedras las mañanas dominicales entre repique y repique de los campaniles, camino torcido de la iglesia. O breve delicia del sol de invierno, al testero, sentados en un pequeño montón de piedras.....
Sus fuerzas se quedaron con el puño de los cayados, en la mancera, en los terrones del maíz. Unos pasan los días en el balcón, mirando nubes y polvo, recordando romerías, muertes, vacas macarenas vendidas hace tiempo. Otros, medio hambrientos, siervos de hogares de hijos, gimen sus penas mientras limpian las escudillas o encienden la lumbre. Y otros los más felices, andan por las callejas y por los portales, conversando de otros tiempos, riéndose de la lascivia del gallo, fumando su pipa, diciendo tonterías inocentes, de cuando mozos, a las viejas que pasan con nietos en los brazos, con cántaros o con pequeños haces de hojas verdes para los corderos...
Ahora los veo en las mieses, y parece que están aprendiendo a trabajar, ensayando lo ya olvidado, recordando maneras de cansarse. Desde lejos dan impresión de adolescentes que empiezan a cultivar los campos. Y desde cerca, mendigos que no saben las faenas de la labranza, pero que se han quedado aquí a aprender para no andar más caminos.
Otros andan de pastores, delante de los carros partiendo leña seca, dura, cortando mimbres en la orilla del río, ese gran poeta del valle cantando plenitud de inviernos, de estíos entre suelos bien pintados.
Parece este pueblo un pueblo de viejos, de hombres que no tienen hijos mayores. Pueblo de niños que han venido a vivir una temporada con sus abuelos, desde otras aldeas.
Por la tarde regresan cansados, doloridos, con una lentitud de convalecientes o de pobres errantes, en el calor maldiciendo carretera.
No hay cosa más triste que el afán de un viejo intentando hacer lo que ya no puede hacer. Yo contemplo ahora muchas tristezas de estas. Nudos de cordel de coloño que no se aprietan bien y se cae desparramada la hierba, la leña; cuestas que no se pueden subir...
....cabras que se escapan a donde no puede llegar el cayado; terrones que no se desmenuzan de un golpe de mazo; quima que no se puede arrastrar.
....cabras que se escapan a donde no puede llegar el cayado; terrones que no se desmenuzan de un golpe de mazo; quima que no se puede arrastrar.
Hace ya mucho tiempo que el entusiasmo y la fuerza se acabaron de perder en las nieblas y en los fríos, en la inquietud de medio siglo de cosechas....
Estos últimos días de la vida tienen para los viejos, desmadejados, pálidos, desde que vinieron las cigüeñas, una tremenda sensación de desvelo por cosas que huyen, que se pierden. y de cariño puesto en lo arisco, en lo que no comprende, en lo que ya no puede volver a nosotros, porque no hay milagro que ponga flor en los espinares del invierno...
He querido compartir con vosotros este escrito tan lleno de ternura, realismo y sencillez, salido de la pluma de Manuel Llano.Espero que al leerlo os llene de emociones, como me ocurre a mi.
Tejón, me ha encantado la entrada, he de confesar que he llorado un poquito porque resume a mi abuelo
ResponderEliminar:(
Cuantas sensibilidades afloran con estas palabras.
ResponderEliminarMe ha encantado!!!
Que será de nosotros con los años ?
Un abrazo y gracias por compartir estas cosas.
Precioso texto, hermosas palabras tradicionales y sonoras. Gracias por compartirlas.
ResponderEliminarPor cierto, veo el cartel del festival de San Sebastián de la entrada de "Recortes para el recuerdo" y me ha resultado muy curiosa la coincidencia ¿a que te recuerda a algo?...palabrita que no lo conocía (y yo que intentaba ser "original"...es que está todo inventado, jeje)
Emocionante texto. Estremecedor. Cuenta perfectamente lo que pasa en los pueblos. Sin ir más lejos, mi pueblo (del que trata mi blog), todo es gente mayor.Ya no existe la mitad de lo existia, sólo quedan ruinas y unos pocos vecinos mayores. Es muy triste, pero es la cruda realidad.
ResponderEliminarBonita entrada.
Un saludo.
Como me alegra saber que os ha gustado esta entrada, estaba hecha para gente sensible como vosotros.
ResponderEliminarQue razón tienes Isabel, te han plagiado,jejeje.
Un abrazo a todos.
Si no fuese por la descripción del paisaje - e incluso con ella- pensaba que era un texto de Miguel Delibes. Esta Sopeña nuestra debe tener el orgullo y la majestuosidad de haber parido y acunado a una de las mejores plumas de Cantabria, al "sarrujan de Carmona",un hombre bueno.
ResponderEliminarMuy bien hecho con reveidincar, dando a conocer a Llano, Tejón.
BLANCO CON GALLETA
Poco a poco, pausadamente, cauteloso, así va el Tejon enseñando las cosas de su tierra a este expatriado, voluntario, pero expatriado.
ResponderEliminarGracias, mil gracias.
De mil amores que lo hago paisano.
ResponderEliminarUn abrazo.
Excelente radiografía sobre la vejez en los pueblos.
ResponderEliminarCiertamente, debe de haber algo de frustración en estos viejos de ahora cuyo pasado y vida se forjaron a base de sudor y trabajo, trabajo y sudor. Pero los años pasan factura y no vale ya con solo con querer, también hay que poder.
De todos modos, he conocido y conozco a viejos que aún con sus muchos años a cuestas dan mil vueltas a cualquier treintañero.
Un saludo.
Tienes razón María, hay mucho treintañero "amuermao"
ResponderEliminarUn saludo.
Yo que soy más de pueblo que los tojos, ¡cuántos mayores de estos he conocido!. Brillante Manuel LLano.
ResponderEliminarYo por donde quiera que voy hablo con ellos y de casi todos aprendo algo, pero di con uno en La Vega de Pas cuando fui a visitar el museo etnografico, que no le saqué prenda jajaja.
ResponderEliminarA Manuel Llano hay que leerle muy despacio, y saborear cada palabra.
Un beso.