Ellas, las montañas, llevan allí millones de años;
ellos, los tejos, apenas unos cientos.
Ellas vieron deshacerse los glaciares y nacer los ríos.
Ellos echaron raíces donde el suelo era más duro,
donde el viento golpeaba con más fuerza,
como queriendo probarse a si mismos
que también podían ser eternos.
desafiando al viento y al tiempo.
Cada amanecer, durante años contemplaron esas crestas,
unas veces desnudas, otras cubiertas de nieve.
Se enamoraron de ellas, y decidieron imitarlas.
Sus copas se alzaron como si quisieran rozar las nubes,
ya no eran solo árboles:
eran la memoria verde de las montañas.
Por eso es tan importante echar los tejos a alguien.
ResponderEliminarMe gusta eso de la memoria verde de las montañas.
Preciosa imagen.
Seguimos bloqueando.
Saludos.
Maldito corrector: quise decir " blogueando".
ResponderEliminarSi, hay que seguir echando los tejos..Y encima de tu tejado vi un tejo relucir.. dice la coplilla. Bonita reseña, querido Tasugo
ResponderEliminarPreciosa foto. La Naturaleza en todo su esplendor y resistencia
ResponderEliminarSaludos
Los tejos son árboles mágicos, y mágica es la foto que nos muestras. Me ha encantdo el texto, gracias por compartir.
ResponderEliminarSi amigo hay están los tejos firmes en las laderas de esas montañas y aunque no tantas como ellas tienen muchas historias que contar.
ResponderEliminarSaludos.