Intento ser como el tejón de "El viento entre los sauces", símbolo del sentido común, el coraje y la determinación, sabio ermitaño, leal con sus amigos, amante del buen tiempo y de los rayos del sol, y busco el equilibrio entre lo que yace bajo la tierra y lo que descansa sobre ella.

Intento ser como el tejón de "El viento entre los sauces",simbolo del sentido común,el coraje y la

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Intento ser como el tejón de "El viento entre los sauces",simbolo del sentido común,el coraje y la determinación, sabio ermitaño,leal con sus amigos, amante del buen tiempo y de los rayos del sol, y busco el equilibrio entre lo que yace bajo la tierra y lo que descansa sobre ella.

3/1/20

LA ESCUELA NACIONAL

Ya hace tiempo que cada  vez que paso y veo el estado en el que está la escuela de mi vida, se me agolpan los recuerdos, son tantos y tan intensos los momentos allí vividos...no sé por qué hoy se me vino a la memoria uno de ellos y os lo cuento.

Máximo se llamaba el maestro y puedo asegurar que era máximo en todo, y muy recto, vamos uno de aquellos maestros que se decían del régimen al que había que pedir permiso hasta para ir a hacer "una necesidad" pues  la buena educación no nos permitía decir cagar o mear.

Y era una suerte que te diera permiso pues de ello dependía que no estuvieras con retortijones y dolor de tripas todo el día o llegar a casa con aquellos pantalones cortos mojados y las piernas resecas, ásperas, agrietadas y enrojecidas. 

Máximo era también en generosidad, pues generoso era manejando a babor y a estribor sus rudas manos, cuando no la vara de avellano o la regla de madera, con  la que nos peinaba la raya al medio en la cabeza.

Su fuerte era enseñar religión, saludar a la bandera y desfilar marcando el paso por el patio.

No sé cómo ni quien nos enseñó que mezclando azufre con potasa se podían fabricar "pequeños" explosivos.

Era lo mejor de los recreos, todos llevábamos en el bolsillo una pequeña piedra plana cogida en el río, las pastillas de potasio que un una cajita azul vendían en la farmacia, con la disculpa de que eran buenas para la garganta, y el azufre lo acopiábamos en pequeñas piedrecitas que los camiones perdían cuando pasaban cargados de ello que en barcos llegaba al puerto de Santander.

Era una ceremonia hacer la mezcla, aplastar y mezclar los componentes sin pasarnos de la dosis suficiente.

Bien mezclado poníamos la piedra encima y con un maestro "zapatazo", que no era zapato si no más bien alpargata o  katiusca de goma, produciendo una sonora explosión con un  agradable olor a dinamita que nos recreaba el olfato.

El patio del recreo se convertía en una traca, don Máximo un día se puso más furioso que de costumbre con tanto estallido y salió de la vivienda voceando y hecho un "basilisco".
"No quiero oír un tiro más", vociferó... yo ya tenía el pie sobre la piedra, y no quise desperdiciar la mezcla.

En buena hora, cara salió mi rebeldía, el sopapo fue más sonoro que la explosión, el pitido en el tímpano me duró unos días y la división que me puso en el encerado más largo de los dos que colgaban en la pared, aún no sé cómo la resolví bajo su presencia, solos él y yo, y con  la amenaza de que no iría a casa a comer hasta que no la acabara.

Porque esa era la segunda parte, desde la escuela hasta casa me separaban tres largos y empinados kilómetros, tenía que terminar la división lo más rápido posible, no fueran a llegar a casa mis hermanos antes que yo y tener que explicar mi tardanza...así que acabé la división y corrí, y corrí... tanto que los talones me golpeaban el culo.

Sudoroso y agotado les di alcance  a pocos metros de llegar a la puerta de la casa.

 Comimos en silencio, nadie me delató y volvimos a la escuela, y lo que son las cosas, casi me reciben como a un héroe por haber desobedecido al maestro...mi rebeldía contra él  se manifestó en otras ocasiones, un día le llamé tonto...bueno  eso mejor lo dejo para otra ocasión porque solo de recordarlo me duelen todavía las espinillas de los palos que me dio con la vara de avellano.

26 comentarios:

  1. Que tiempos aquellos de tirones de orejas y bofetones por cualquier motivo. Yo también fabricaba pólvora. Además del clorato de potasio y del azufre, añadíamos a la fórmula carbón vegetal obtenido tras quemar algunas ramitas.
    Saludos.

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    1. Lo vuestro, Cayetano añadiendole carbón ya era el refinamiento de la formula,jejeje.
      Un saludo.

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  2. Yo también fui testigo de cómo pegaban los profesores a mis compañeros. No me gusta recordarlo porque de ser hoy hubiese sido tan distinto, pero yo era muy niña. Si, lo sé, eso es lo que pensamos todos: si se repitiese la vida...

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    1. A mi tampoco me gusta recordarlo pero ahí sigue, y no solo los maestros nacionales de aquellos tiempos pegaban. Los dos años de internado en un colegio religioso también dan para unas cuantas entradas...menudos chichones con las campanillas de llamar si te incorporabas tarde a las clases o te relajabas en los recreos...
      Un saludo.

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  3. Jajajajajajaa, tejón creo que en todas las escuelas había maestro/a así. Pero desde luego que lo tuyo fue una gran valentía ya que se jugaba uno el llegar a casa y recibir otra somanta. Me encanta tu historia, muchas gracias por contarla. Un fuerte abrazo querido amigo.

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    1. Si, Lola,eso era lo triste, aquella coletilla que decía: "si te pegó el maestro por algo sería"...
      Un beso.

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  4. Creo que hemos pasado en educación, de un extremo al otro. Ni se debe de ejercer la autoridad de antes y tampoco ser tan premusivos. La virtud está en el término medio.

    🙋‍♀️🙋‍♀️🌷🌷😘😘

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    1. Ahora parece que se puso el carro por delante de los bueyes, Antonia, y hay denuncias de padres a profesores que claman al cielo.
      Un abrazo.

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  5. Que recuerdos traen esas viejas escuelas, dónde yo estudié de pequeña está muy parecido y aún funciona como clegio. Me encanta pasar por delante y recordar aquellos años. Tu maestro era un poco...quiero decir, que eres rebelde porque el mundo te ha hecho así....
    Y así, me gustas.
    Besazos, amigo tejón:)

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  6. Nunca fui a una escuela. Pasé, con 8 años, directamente de un cortijo (libertad plena ) a un internado de un colegio de Jesuitas ( campo de concentración ). Una etapa de mi vida que por mucho que lo intento, no consigo olvidar.Las hostias, punterazos,barazos etc, era el pan nuestro de cada día.
    Saludos y que Melchor y compañía se porten bien contigo

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    1. De internados también sé, Pini, y nuestros padres creían que lo hacían por nuestro bien.
      Mucho que contar...
      Saludos, amigo de penas.

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  7. Estos días estuvimos recordando anécdotas que sucedieron en la escuela del pueblo en distintas generaciones. Por cierto se cerro hace 51 año en estas fechas.
    Que estos días loa hayas disfrutado y para el nuevo año los mejores deseos.

    Saludos.

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    1. Y en el fondo da pena ver el estado en que se encuentran nuestras escuelas, Tomás.
      Un saludo.

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  8. ·.
    Es una lástima que esos viejos edificios se vayan perdiendo. Menos mal que alguno se han convertido en centros médicos rurales, o centros cívicos...
    Da gusto acercarse por aquí a compartir recuerdos de viejos tiempo. Por ejemplo, Don Germán inculcó en mi el amor a la montaña y a la geografía. Y hasta le perdono que me robase la 'edelweis"... pero eso es otra historia.
    Un emotivo post, Jesús.
    Abrazos T&T&Cía

    LMA · & · CR

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  9. Los recuerdos se agolpan en la mente mientras nuestras pupilas recorren esos espacios durante los que ocurrió todo, hace ya tanto tiempo...Ahora en ruinas y desvencijados, son sólo cascarones vacíos en los que se encierran las voces infantiles resonando entre sus muros.
    Un saludo

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    1. Acertado comentario, Carmen, como siempre.
      Bien se podía dar alguna utilidad a esos cascarones.
      Un saludo.

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  10. yo no lo sufri, pero soy 35 años menos que tu, entonces imposible
    abrazos

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  11. Cuantos recuerdos nos has sacado tejón. Y nunca contabas en casa lo que había pasado, te podían dar más... Recuerdos que siempre estaran ahí y cuando los contamos a muestros hijos nos miran con asombro que eso sucediera.
    A tu escuela le pasa como a tantos edificios de Béjar, pura ruina que siguen en pie de milagro.
    Emotivo tu relato.
    Un abrazo.

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    1. Pero hay que contarlo, Laura, para que no se olvide y pueda repetirse.
      Un beso.

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  12. Veo que sufriste la escuela franquista como yo, "la letra con sangre entra", el tortazo en el oído, estar de rodillas... Todavía no me explico cómo hemos sobrevivido y nos hemos arreglado para poder estudiar.
    Un saludo.

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    1. Lo digo más arriba, Valverde, hay maestros buenos... y a los malos hemos sobrevivido.
      Un saludo.

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  13. Tiempos de sorber mocos, Tejón. Interesante recuerdo. Todos los mendrugos actuaban igual ¡qué pena!

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