"...y entonces, sobre un cerro encajonado en el fondo de un amplio seno de montes, un castillo roquero, que aunque ruinoso y cargado de yedra, conserva las principales líneas de su sencilla y elegante arquitectura..."
"Peñas Arriba" José M. de Pereda
El Castillo de Argüeso fue el emblema y la fortaleza del señorío de la casa de Mendoza en las tierras de Campoo.
De repente, al ver estas restauradas piedras retrocedí cincuenta años y volvieron a mi recuerdos de mi infancia, sonidos, colores, olores, sabores, imagenes y respuestas a muchas de las preguntas que me hice durante años.
De repente recordé aquel viaje, por aquella estrecha y sinuosa carretera, en un viejo autobús, que casi tocaba las paredes de piedra tratando de evitar el precipicio por cuyo fondo corrían las aguas del río Besaya, en aquellas temidas Hoces de Barcena.
Era una aventura llegar hasta Reinosa, cuatro largas horas de carretera para un trayecto de ochenta kilómetros, pero para aquellos cuarenta niños, en el caluroso mes de julio era una aventura y un privilegio poder ir al campamento que organizaba la empresa de sus padres.
Sabíamos que estaríamos alejados un mes de la casa de donde muchos nunca habíamos salido más que para ir a la escuela y a la lejana playa algún día de verano caminando por los prados.
Lloramos al verse alejar el pañuelo que nos decía adiós tras los cristales del autobús, pero pronto nuestros ojos fueron descubriendo paisajes nuevos, mientras crecía la ilusión de conocer a los hijos de los mineros asturianos de Lieres con los que compartiríamos aquellas tiendas de lona en un claro rodeado de bosques.
Mirando por estas ventanas, viendo Peña Labra, el Pico Liguardi y el Tresmares, entiendo ahora mi fascinación por las montañas y las largas caminadas que hacíamos con nuestro cuidador Don Bernardo. Él nos enseñó las minas de cobre abandonadas, nos habló de los minerales y nos dio los primeros conocimientos de las plantas y sus usos medicinales.
Aquí aprendí a convivir con gentes de otras tierras, descubrí las hueseras de los cementerios y las calaveras, aprendí a escuchar el sonoro canto de los ríos y a buscar, con la mirada puesta más allá de las montañas, el sonido del mar y las olas, ahora tan lejanas.
Santanderinos,"patas de cochino" nos decían los asturianos y nosotros a ellos,"asturianos patas de marranos" pero nunca llegó la sangre al río, de ellos aprendí el manejo de la navaja, y con ellos aprendí a tallar pequeños barcos de madera y a hacer dibujos y filigranas en las varas de acebo y avellano.
Estas piedras hoy restauradas despertaron en mi fantasías y leyendas de caballería, romances con princesas y batallas entre moros y cristianos.
Y aprendí a querer y a no molestar a las aves nocturnas el día que escalé estas paredes de piedra, trepando por la hiedra que crecía vertical. Tan alto llegué que desperté de sus sueños un cárabo grande que salió volando asustado. Cegado por la claridad del día soltó sobre mi toda la ingesta de una copiosa cena que provocó las risas de todos y en mi un sonrojo avergonzado al verme pintado de blanco como si una mano de cal me hubieran dado.
Aprendí el daño y los dolores de barriga que produce un atracón de ráspanos y a no tener miedo por las noches, dentro de la frágil tienda de lona, al oír canto de las lechuzas y escuchar por primera vez el aullido de los lobos.
Y hay cosas que se aprenden con el paso de los años, porque sigo siendo un niño que se pregunta por qué crece el muérdago en los árboles más altos...
...hoy se la respuesta, son los pájaros que comen las semillas blancas y gelatinosas y tienen tanta dificultad para expulsarlas cuando las digieren que han de frotar el culo contra las cagigas y los espinos para poder desprenderse de ellas, asegurando el muérdago su supervivencia.
Y como sigo siendo un niño me he dedicado a pegar las semillas de la rama de muérdago que tomé de un espino en Argüeso en las cagigas y los fresnos de mi cueva, y en mi cueva sigo persiguiendo como cuando era niño los arco iris de colores.
Hermosas palabras que acompañan estas imágenes de un legendario castillo que bien merece una visita, me ha gustado esta entrada Jesús por tratarse de un monumento pegado a mi pueblo, un abrazo paisano.
ResponderEliminarMe encanta esta entrada, yo tambien en su dia le dediqué una entrada a tan ilustre arquitectura en tierra plagada de torres y no de castillos. Que pronto se nos olvida lo que tardabamos en recorrer unos km. por carretera y ahora que cerca lo tenemos todo.
ResponderEliminarUn saludo
Me has recordado en mis tiempos de chaval cuando íbamos desde Pesquera a Reinosa.
ResponderEliminarLastima que muchos castillos estén casi abandonados con la cantidad de historia que ellos atesoran.
Saludos
Lo que habrán visto esas piedras... Me ha encantado tu vivencia y como nos lo explicas.
ResponderEliminarAnoto un nuevo lugar en mi lista de visitas pendientes.
Abrazo
Me alegro de que te hayas animado a publicar las imágenes de este legendario castillo. Las imágenes desde la cima son espectaculares. Me encanta ver esos paisajes nevados ya que no es frecuente ver por aquí.
ResponderEliminarBesos
http://ventanadefoto.blogspot.com.es/
Los castillos guardan tantos misterios, tantas historias y leyendas... Para mí son unos lugares muy especiales, cuando pequeña, hasta los 12, 13 años soñaba muchísimo con castillos, que vivía en ellos, que los recorría y me sabía todos los caminos aunque pasadizos e interminables pasillos hicieran creer que perderse fuera lo mas normal.
ResponderEliminarMe encanta "tu castillo", el paisaje desde la ventana, las piedras que como sabes tanto me gustan...
Vamos que es ese lugar en el que pasaría todos mis veranos :)
Besos!!
Veo que la infancia te ayudó a aprender y a sentar las bases de las inquietudes que tienes ahora y a ello colaboró tus estancias en el castillo de Argüeso y la convivencia con otros niños y con la naturaleza. Me ha hecho sonreír la escalera colocada en la ventana, dispuesta para cortejar a la dama que imagino esté esperando a su galán.
ResponderEliminarUn abrazo.
Leyendo el texto que acompaña a tan bellas fotografías uno comprende por qué algunas cosas de la infancia influyen tanto en la vida de adultos.Lo del muérdago no tenía ni idea; siempre se aprende algo nuevo en tus entradas.
ResponderEliminarSaludos
Preciosa entrada repleta de nostalgia e sabedoria... lindas palavras acompanhadas de um passeio fotográfico delicioso...
ResponderEliminarUm beijo carinhoso com sabor de amizade e infância bem lembrada.
Un castillo y su magnífico entorno, y encima el aderezo de palabras sabias, que a veces no distingo si es Pereda quien las escribe o eres realmente tú.
ResponderEliminarUn abrazo,
Espero que sigas siendo un niño y persiguiendo el arco iris de tus sueños y fantásías ...A sí podremos seguir por aquí disfrutando con las buenas fotos e historias que nos dejas ;)
ResponderEliminarMe ha encantado tejón!!
Buen domingo.
Un beso
Que envidia de infancia. Como de novela o de película. El sitio es espectacular.
ResponderEliminarJopé, que entrada más hermosa has escrito, Tejón. Es una suerte, además, tener como referencia un lugar que se conserva todavía: demasiados de "mis" lugares han cambiado sin remedio... o quizás yo ya no puedo verlos como antes.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
El paaisaje era realmente de ensueño, con esa capa de nieve bien caída y ese sol que pugnaba por librarse las nubes algodonosas. El castillo es impresionanrte y con tus fotos nos podemos hacer una idea de cómo era la vida en él durante el medievo.
ResponderEliminarUn saludo
ResponderEliminarNada como recordar viejas vivencias cuando éstas tienen tan buen contenido. Lo has hecho con una ternura que nos invita a recordar las nuestras.
Buen castillo ese de Argüeso. Estuve raqueteando por esos altos pero no visité el castillo. Tendrá que ser en otro momento.
· un abrazo
· CR · & · LMA ·
Hola Jesús,
ResponderEliminarnos estás enseñando a descubrir que además de que las piedras hablan, son capaces de remover la memoria, y ver que muchas de las cosas que has tenido en tu infancia, no las tienen los chavales de hoy. No hay nada como el contacto con la naturaleza, pues ella es nuestra verdadera maestra, descubrir cada rincón, cada paso...
Gracias por compartir tus palabras.
Un saludo
Un recorrido estupendo perfectamente documentado.
ResponderEliminarMe voy a comprar una libreta para apuntarme tus rutas y quizàs algún día. ......
abrazos
Dichosos los castillos, que han visto tantas generaciones y tantos siglos pasar, mientras ellos permanecen igual.
ResponderEliminarEsos recuerdos son lo más importante. El castillo es una preciosidad y el paisaje que se divisa desde él también ¡qué suerte poder estar ahí!
ResponderEliminarSalu2
La segunda imagen ¡preciosa!
ResponderEliminarSin palabras se queda uno con tus palabras. Con los ojos como platos con tus imágenes. El día que vuelvan a caer los premios del "amnado blog", eu presinto que lloverán en la cueva del tasugo
ResponderEliminar