9/9/11
LA CARACOLA DE MAR
Román aguardaba con impaciencia el mal tiempo del verano tropical, para lanzarse en la búsqueda del tesoro que el mar arrojaba a la playa, compuesto por decenas de esas pequeñas joyas naturales, llamadas “conchas de mar”. Él era todo un coleccionista.
Cuando el día llegó, el joven Román, solicitó la compañía y ayuda de su gran amigo de parranda Caleb. Ambos buscaban en la orilla del mar y los alrededores. Caleb, miraba entre las matas intrincadas y espesas, cuando de pronto, encontró una caracola vacía. Esta caracola, llamó la atención de los dos jóvenes, por que estaba pintada a mano con finos acabados en relieve, que recordaba las piezas representativas de la cerámica indígena que hubo en esa región.
La caracola de mar, fue observada por muchas personas en el pueblo. Algunos decían, que era un elemento que formaba parte del patrimonio cultural del país y que era mejor llevarlo a la capital; otros comentaban, que debía quedarse en aquella población y por votación ganó la segunda opción.
Ásael, quien era en el pueblo el hombre más sabio, escudriño cuidadosamente el artículo encontrado y fue quien descubrió el misterio de la “oreja de mar”. Y dijo: - La Caracola al ser puesta en el oído, evoca los sonidos de las olas del mar, por que ella conoce los sonidos escondidos y el movimiento de todas las aguas, pero esta caracola es especial. He descubierto que cada vez que se coloca en la oreja, en lugar de dejarte oír el mar, lo que oyes es tu conciencia, que es el conocimiento interior del bien y del mal. Efectivamente, todos quisieron comprobar lo dicho por Ásael
- El primero en probar esto fue el cura Eliseo, y La Caracola le dijo al oído: Tu conciencia está tranquila, por que hacer el bien, parecerse a Dios es.
- El segundo turno fue para Don Clemente, el hombre más rico del pueblo:- “Dinero sin caridad, es pobreza de verdad”. – Manifestó La Caracola.
- A Caleb le profirió: - Cuando estás borracho aunque turbio hablas claro, pero el borracho que pretende ser valiente se ríe la gente.
- Y a Román La Caracola le exclamó: - Juegas y apuestas mucho y jugar limpio es bueno para tu conciencia, pero es malo para tu bolsillo.
- Al Alcalde le expresó: -Cuida más tu conciencia que tu inteligencia, por que lo más grave es no tener conciencia de ninguna
- Al mercader del pueblo le dijo: En tu mundo de negocios, si buen consejo tomaras, buen gallo te cantara.
A una niña le contó: Tu buena conciencia te sirve de almohada.
- Y al abogado comentó: - A veces, lavándonos las manos, nos ensuciamos la conciencia.
Con la Caracola de mar, todos los aldeanos iban escuchando lo que la conciencia les decía, pero resulta ser, que la conciencia es la verdad del ser; así que al pasar el tiempo, la Caracola terminó como adorno para centro de mesa de la Alcaldía del pueblo, porque "Boca de verdades, cien enemistades".
Me gustó este cuento que leí aquí y se me ocurrió que quedaba bien con las fotos de esta caracola que encontré ayer.
Un bonito cuento que encierra un pensamiento para recordar.
ResponderEliminarLo que si es cierto es que si acercas la caracola al oido, cierras los ojos, le pones imaginación y oyes el rumor del mar.
Bonita caracola, en casa de mi madres hay una de mas de 150 años y se sigue escuchando el eco.... de lo que tu quieras oir.
muy bueno, si señor
ResponderEliminarInteresante la caracola filosofa,aunque mas guapas son las fotos.
ResponderEliminarAbrazos
El cuento,muy bueno.
ResponderEliminarOjalá se dispusiera de muchas caracolas que les dijera en alto y claro a esos personajes que nos gobiernan lo que son sus conciencias delante de sus vecinos.
Saludos
Precioso el cuento, aún guardo muchas caracolas de mi pasión desbordada por escuchar el mar. Saludos y preciosas fotos.
ResponderEliminarEsa caracola centenaria tiene que dar muy buenos consejos por tanto como habrá visto, conservala.
ResponderEliminarGracias,Anna, por pasar y comentar.
Me alegro Trastolillo que te gustase, en el interior de una caracola bien podría vivir tambien un duende.
ResponderEliminarSaludos.
Estaba la mar revuelta,José Manuel, y vi como la sacaba una ola de debajo de una roca, a mi tambien me parecio muy bonita.
ResponderEliminarUn abrazo para todos los de casa.
Estos gobernantes amigo José, se deben lavar la conciencia cada día según se levantan y van por el mundo con la cabeza bien alta y sin conciencia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracvias,Carlos, no está mal escuchar el mar pegando al oido una caracola pero no pierdas nunca la ocasión de hacerlo en una roca, en la arena....
ResponderEliminarUn abrazo.
Primero es un privilegio encontrarse una caracola tan bella dormitando en una playa. Enhorabuena. Segundo me ha encantado el cuento. Creo que deberíamos tenerle guadado entre los relatos que deberíamos leer de vez en cuando.
ResponderEliminarSaludos
Gracias por querer compartir este cuento tan bonito, nunca lo habia escuchano, ni leido.
ResponderEliminarEs preciosa esa caracola, recuerdo que cuando era pequeña y veraneaba en Cádiz, en las playas de Conil era todo un clásico encontrar una de esas caracolas grandes, escuchabamos el mar dentro de ellas y por cierto nunca he sabido porque ocurre eso, ahora es un milagro encontrarlas de echo es misión imposible...
Besos Tejón
infinitas gracias insigne y sensible escritor por regalarnos la belleza y la magia de este cuento, muchos besinos de esta amiga admiradora que te desea con cariño feliz domingo.
ResponderEliminarGracias CarmenBejar, no es facil encontrar caracolas y cuentos con tan buena moraleja.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias,Muerte roja, me alegro que te gustara el cuento.
ResponderEliminarTengo unos vecinos que suelen ir por Zahara de los Atunes y traen unas caracolas preciosas y muchas orejillas que por aquí no las hay.
Un abrazo.
Gracias por pasar y comentar, asturianina.
ResponderEliminarBesucos.
Hola Tejon.
ResponderEliminarUn cuento que te hace pensar,muy bonito.
Voy a ir a por las que tiene mi hija,a ver si alguna me dice algo,no se, el numero del gordo de la loteria,por ejemplo.
Un abrazo.
Muy bueno, tejón, me encantan los cuentos y éste es muy bueno porque la caracola hace pensar a cada uno aunque claro, como dice la verdad, quedó convertida en adorno.
ResponderEliminarTe felicito por tu entrada, muy bien elaborada.
Un abrazo.
Cuantas cosas maravillosas nos regala el mar... a veces es una bonita caracola y siempre su "presencia", su "voz", su fuerza...
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Tejón, muy acertado el texto con tus fotos. Soy un gran aficionado a recoger conchas, caraclolas, orejillas.Es un placer paser por las playas con la idea de recoger algo. Un abrazo,:)
ResponderEliminar· Buena foto.
Prefiero que la conciencia esté bien instalada en el interior de cada uno. Siendo así, podríamos encontrar un mundo mejor.
· un abrazo
CR & LMA
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Fosi, si te canta el numero me lo dirás ¿no?.jejeje
ResponderEliminarUn abrazo.
Valverde, la verdad creo que a nadie le gusta oirla, cada uno tenemos nuestra verdad.
ResponderEliminarUn abrazo.
El mar a veces tragico y siempre generoso,Isabel.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estan quedando unas tardes de septiembre prciosas para caminar por las playas,Marce.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ojalá,ñOCO, fueramos capaces de construir un mundo mejor.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hermoso cuento, Tejón. Lleno de sabor popular. Sí, es fácil que la caracola acabase pronto abandonada como adorno en cualquier sitio. Parece que a nadie nos gusta que nos descubran nuestras realidades.
ResponderEliminarAbrazos
Pues, sí, queda fenomenal el cuento con las fotos :)
ResponderEliminarUn beso, Tejón, y otro para Mila
Gracias por pasar,Xibeliuss.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias,Alma, me alegro de tu vuelta.
ResponderEliminarUn abrazo, pisondera.
Me gusta el cuento y las caracolas,disfruto buceando intentando encontrar alguna.:)
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