Llevo más de una semana "barruntado" no se qué, con la garganta mal, aftas en la boca, infección en un oído, estress... vamos que los años no pasan en balde y como a los tejados viejos me empiezan a salir goteras.
Dicen que al cuerpo hay que darle siempre lo que pide y a mi me pedía darme una paliza y para ello me apunté a una de las rutas guiadas por los Espacios Naturales Protegidos de Cantabria que organiza el Centro de Interpretación del Parque Natural de los Collados del Asón.
Los Miradores de Castro Valnera, uno de los montes emblemáticos de Cantabria, más de 1700 metros de altitud, 6 1/2 h, 12 kms de longitud y 630 metros de desnivel, dificultad alta. No pudo ser, la espesa niebla que a veces parecía lluvia nos lo impidió.
Habíamos quedado en la plaza de La Vega de Pas y tras los primeros momentos de frustración, las guias optaron por hacer una ruta por cotas más bajas y de menos duración. Nos acercamos hasta Pandillo y desde este coqueto puente de piedra iniciamos la ruta que nos lleva hasta las praderías y el hayedo de Ruyemas.
Tras una brusca ascensión inicial, pronto llegamos a unos cabañales donde además de la niela y el rocío reinan el verde, los musgos, el brezo, los helechos.....y el silencio, solo interrumpido por el son de algún campano de vacas que no vemos y el canto del pito real que tampoco vemos pero que con su canto ya ha puesto en guardia al resto de los pájaros avisando que hay intrusos en el bosque.
Montones de piedras indican que estamos en una de las zonas que mejor se conservan donde y desde hace cientos de años el hombre domestico la montaña y sus pindias laderas, convirtiéndolas en ricos pastizales para el ganado y aun convive en perfecta armonía con la naturaleza que nos rodea.
Piedras con las que cercaba los prados, encachaba caminos y senderos y construía casas y cabañas con sus tejados de lastras y balconadas de madera como las que se ven en las fotos que en esta época del año están vacías pues el ganado todavía tiene pasto en los prados más altos.
Todas las casas tienen su fresno al lado pues el pueblo pasiego antes de ser cristianizado daba culto a los elementos más naturales y el fresno protegía de las tormentas y de la brujería. No es el caso del de la foto que ha sucumbido al paso de los años y a ido a caer sobre la cabaña que guardaba.
Metidos de pleno en el hayedo nos muestran las guias este haya que está catalogado como un árbol melero pues su agrietado tronco era aprovechado por las abejas para construir sus colmenas y elaborar la rica miel de brezo y del resto de las flores que nos encontramos por las orillas del sendero.
Esta miel se cosechaba ahuyentando con humo a las abejas para poder acceder a los panales de miel y todavía se ve el interior del tronco ennegrecido. Otra muestra más de como se pueden aprovechar los recursos naturales sin perjudicar a la naturaleza pues ha sobrevivido y como él quedan catalogados en Cantabria algunos ejemplares más por la comarca de Soba.
Caminamos entre sombras pero no puede haber sombras donde no hay luz y algún rayo de sol se cuela en el claro del bosque.
El hayedo de Ruyemas es singular porque rompe con la imagen que tengo de un hayedo con el suelo mullido de hojas secas y árboles viejos descomponiéndose.
Aquí el suelo forma un soto bosque cubierto de arándanos, ese sabroso fruto que tan bien acompaña a la tarta de queso pero que los pájaros y el resto de animalillos del bosque se han encargado de no dejar ni muestra que llevarme a la boca.
La mañana va pasando y la niebla sigue sin abandonar las cumbres más altas por lo que pienso que ha sido acertado no correr riesgos inútiles y disfrutar de todo lo que el hayedo y las guias nos enseñan.
Es admirable el esmero y el cuidado que ponen por que no dejemos huellas de nuestro presencia.
Saliendo ya de la espesura del hayedo el suelo se cubre de flores de brezo y hasta los oídos llega el zumbido de las abejas que trabajan sin descanso recolectando el polen de las flores. Huele a miel.
Las veces que habré oído decir "hay que tener agallas" y aquí están, estas son las agallas del haya.
Dentro de esa especie de lágrima se está desarrollando el huevo que una avispa puso sobre la hoja y el árbol como método de defensa para que no se secara la hoja envolvió facilitando que una nueva avispa vea la luz, dándonos otro ejemplo de convivencia en armonía.
Como de setas y de hongos soy un ignorante aquí dejo algunas fotos de algunas de las muchas y vistosas por las formas y colores variedades que se pueden encontrar en un hayedo. Si alguno las conocéis podéis poner el nombre.
Han sido solo cinco kms de camino pero ha merecido la pena. Volvemos al punto de partida, el escaso caudal del río sigue su camino y dejamos pendiente subir otro día a Castro Valnera.