...los espinos ya estaban desnudos,
de los serbales aún colgaban racimos de frutos rojos,
las hayas no querían desprenderse de sus arrugadas hojas,
cuando la lluvia, rasgando la niebla se convirtió en nieve,
difuminó el paisaje, igual que un pintor con sus pinceles.
Mientras escribo, ésta es la música que me acompaña: