Abuela Marcelina, déjame que recuerde algunas cosas tuyas que marcaron mi vida.
Déjame que rebusque en el pasado y me aferre a algunas vivencias a tú lado, que ni quiero ni puedo olvidar.
Déjame que recuerde tú mirada y los ojos vivarachos que echaron chispas hasta tus últimos días.
Déjame que recuerde el moño donde se recogía tu melena, sujeto por unas recatadas horquillas.
Déjame que recuerde cada 29 de septiembre, el día de San Miguel, cuando juntabas a todos los nietos, y las uvas que celosamente guardabas para nosotros en un caldero de cinc con agua fresca.
Déjame que recuerde la última vez que te visité en aquella residencia.
Aún conservabas el candor y el pudor de tus años jóvenes y cuando te pedí un beso me dijiste que a ella solo le besaba su marido.
"Pero si soy tu nieto,abuela.
Tú nieto mío, pues, ¿de quién?.
De Benito, el mayor de tus ocho hijos."
Déjame que recuerde el instante en que tus brazos abrazaron mi cuello y me diste el más dulce de tus besos.
Déjame que recuerde, abuela Marcelina, algunas cosas que con el paso de los años, ya casi no duelen.