Podeís dejar de frotar los ojos porque la imagen que veis existe de verdad.
Ahí, escondida entre los chopos está, a la orilla del río Deva en el Desfiladero de La Hermida.
Santa María de Lebeña, una ermita mozárabe del siglo X, con que imaginad las historias que esconde entre sus piedras.
Liébana guarda mil rincones como este, cargados de leyendas.
Una de ellas dice que hasta aquí quisieron el Conde Alfonso, señor de estas tierras, y su esposa la Condesa Justa venida del sur, traer los restos de Santo Toribio, quedando súbitamente ciegos él y toda la comitiva que los trasladaban al comenzar a cavar.
Recuperaron la vista al comprender el Conde Alfonso que el Santo no quería ser enterrado allí y ordenó enterrarlo en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, donde descansan desde entonces y son visitados por muchos fieles, más este Año Jubilar.
Entre arabescos el pequeño altar lo preside una estela celta que fue recuperada al hacer unas obras de restauración, tras muchos años de ser pisoteada por ser considerado su culto pagano.
Culto que le rendían los antiguos moradores de estas tierras al sol representado en los siete círculos grabados en la piedra, y al tejo milenario bajo el que se reunían y al que alumbraban los últimos rayos antes de esconderse el sol entre las montañas.
Y muchas más historias, la virgen de la buena leche dándole de mamar al niño, durante muchos años escondida por ser considerada irreverente fue robada y apareció en Alicante veinticinco años más tarde.
Dice la simpática guía que enseña la ermita que volvió con la teta más morena.
Y el viejo banco de madera donde se sientan los enamorados convencidos de que la siguiente visita al lugar, la harán bendecidos y casados...
Donde los cereales trepan hacia las cumbres de los montes, donde los bosques se espesan en barrancos que son casi perpendiculares al suelo, entre castaños, en un valle cerrado por el Deva cruza veloz entre chopos, donde las paredes blancas de los montes sostienen un cielo azul como si fuera un dosel sobre un misterio santo y secreto, ahí se yergue la pequeña iglesia mozárabe Santa María de Lebeña, uno de los monumentos más hermosos de la España cristiana. A un lado, un tejo; al otro, un olivo; el pueblo de Lebeña -doscientas almas - , dice el párroco - se desperdiga hacia las alturas; los montes retroceden, su fortaleza no es preocupante, son de color blanco, como si custodiaran un lugar diminuto en el que se encerraran maravillas.
GERTRUDE BONE