26/9/16

PLANTAS INVASORAS II

¿Os recordáis de esta entrada  de hace tres años?.

Pues hemos vuelto a la carga.
Nada hay más satisfactorio que dedicar la mañana del sábado y el domingo pasados para que este entorno privilegiado siga conservando una planta única en todo el litoral cántabro. 
La C. peplis, esta plantita tan bella y especial, una joya por estas latitudes, sigue aumentando en numero de ejemplares.

En el anterior registro apenas se contabilizaron una veintena de ellos y ahora están censados, y localizados más de sesenta. 
Su rival en el entorno es la "Chamaesyce poligonifolia"  y aunque son de la misma familia está considerada como planta invasora que se reproduce mucho más rápido que la autóctona, pues sus semillas son mucho más abundantes.  
Un enemigo natural es la voraz oruga que ya os enseñé en la entrada anterior.
Y la fortuna quiso que en el trayecto encontráramos tendida en la arena y medio moribunda al verse sorprendida y salpicada por una ola la mariposa adulta en que se convierte la oruga de aspecto tan fiero de la foto anterior.

Su aguijón rojo es una defensa natural para asustar a sus depredadores pero es totalmente inofensivo.

El Parque Natural de las Dunas de Liencres tiene una riqueza y una biodiversidad que nunca deja de sorprenderme.

Y sin embargo para la inmensa mayoría pasa desapercibido el valor y la importancia que tiene mantener estos espacios con tanta variedad de organismos vivos, que tantos beneficios aportan para el hombre. 

16/9/16

FARALLONES DE LA ARNIA


                         Me rodean.
Blanco, ceñido de luz blanca
desde los pies hasta la cabeza.

El alma bebe su alegría
entre las olas. Se despierta
de su mal sueño. Arena casi
maternal.

Las olas rompen y me embisten,
y me visten de blancas yedras.

¡ Alegría sobre las olas
disparando loca sus flechas!

Despiertan dentro de mi alma
no sé qué antiguas inocencias.

OLAS- José Hierro. "Tierra sin nosotros"

Costa Quebrada. 14 de septiembre de 2016.



13/9/16

TIATORDOS

Solo aquellos que estén dispuestos a caminar durante catorce horas deberían saltar esta portilla, aunque entiendo que la tentación de hacerlo sea grande porque lo que al otro lado nos espera no se puede describir con palabras.
Los carteles a la entrada también nos lo advirtieron a nosotros pero aceptamos el reto con decisión y buen animo.

¡He deseado tantas veces  poner mis pies sobre la cima de este Pico!

 Me reclama desde todos los lugares que lo he visto, años mirándonos desde Peña Salón, desde Amieva, desde el Recuencu...desde donde quiera que nos viéramos había como una conexión inexplicable y él siempre me decía:

"Súbeme, pon tus botas en mi cima, no te arrepentirás" .
Partimos del bello pueblo pongueto de Taranes cuando apenas ha amanecido y los primeros rayos del sol suavizan el paisaje iluminando los prados.
La aproximación al Tíatordos es larga pero no hay lugar para el aburrimiento pues la naturaleza sale a nuestro encuentro en cada paso que damos...  
...mostrándonos rincones de gran belleza...
...y puertas que siempre invitan a pasar.
Naturaleza salvaje, helechos que nos dan en la cara, caminos que inventar...
...tramos de fuerte pendiente, praderas verticales donde es mejor  no resbalar.
Hemos rebasado ya la acogedora copa del Tíatordos donde hemos parado un rato a reponer fuerzas y nos hemos recreado desde este precioso circo mirando la cima aún bastante lejana. 
Hay que frotarse bien los ojos para poder dar crédito a lo que alcanzamos a ver.

 Tremendos farallones, acantilados, bosques inmensos, San Juan de Beleño y sobre todo ello, majestuoso, dominándolo todo el macizo occidental de Los Picos de Europa con su cima estelar:

 Peña Santa o Torre Santa, para que no se me enfade nadie.
Tiene algo sagrado, espiritual este camino por donde andamos que nos regala medallones de plata...
...y hojas de oro en un otoño que vive aquí permanentemente.
Árboles verdes que ponen el mejor de los marcos que se le pueden poner a esta "montaña perfecta," porque así es como llaman los moradores enamorados de esta tierra al Tíatordos. 
Uno que se atrevió a saltar la valla porque la tentación era grande y sabía un poco lo que se podía encontrar más allá. 
El Recuencu también me llama pero he de decirle: "a ti ya te subí, y no te pongas celoso porque hoy esté aquí".
Piedras con curioso nombre que hoy igual es mejor no decir para no herir sensibilidades.
Nada que se interponga en el camino impedirá que sigamos subiendo.

Hemos encontrado una fuente fresquisima donde  recuperar el aliento y reponer las ya escasas reservas de agua que nos quedaban.
Creo que ya sabéis de  mi debilidad por los serbales por lo que podéis imaginar mi felicidad cuando encontré este que parece rendir culto a la montaña perfecta.
Y las nubes de algodón, y otra vez los Picos envueltos en la sombra...
...y por si algo faltaba, los rebecos, amigables, como si nos conocieran, no nos rehuyen, nos observan con la misma curiosidad que nosotros a ellos, y posan y se dejan fotografiar.

Otro de los momentos indescriptibles.
Y la cima ya más cerca, y más cerca el emocionado abrazo que nos dimos cuando pusimos sobre ella los pies cansados.
Porque si algo hubo en la ruta fue determinación, buen animo, camaradería... la mochila subió repleta de buenos sentimientos, alegrías y penas compartidas.

Lo de bajar ya fue otro cantar.
Eran las siete de la tarde de un día memorable...
...los pelos se me erizan todavía cuando escribo...
...porque aunque hasta ahora no me hayáis visto yo también subí, y desde allí, desde lo más alto extendí mis brazos y me dirigí al mundo, a los miles de millones de habitantes del planeta para decirles desde este lugar donde se respira PAZ:

"Dejad ya de guerrear"

Y si, hubo que bajar porque nos cogió la noche y no pudimos disfrutar de la foz ni del río Taranes que oíamos correr, pero vimos bailar las estrellas entre las hojas de los árboles, escuchamos cantar al cárabo, saludamos a las brujas cuando pasábamos por delante de sus cuevas, mientras echábamos en falta la luz de las luciérnagas.
Y comprendí porque le llaman la montaña perfecta.

Esta montaña es imponente pero deja que te aproximes, que la rodees y aunque nunca te pierde de vista al final se rinde al asedio y cuando lanzas el último ataque a su cima te recibe mostrándote lo mejor de ella.

Y al día siguiente, al despertar y abrir las ventanas me di cuenta de que sigue ahí, que la subí dos veces, una despierto y otra en sueños, porque no me hizo falta la radio bajo la almohada para dormir, porque la soñé, y porque me dice que tengo que volver.

Nada de esto que os cuento hubiera sido posible sin ellos, sin el maestro y sin alguien que trabaja por un sueño.