-Ella nunca ponía el
Niño de esa manera -dijo Chelo al sentarse a la mesa.
-Es lo mismo;
cámbialo. Ni me di cuenta.
Cati se pasó
delicadamente las manos por las mejillas sofocadas.
-Sentaos -dijo.
Raúl y Tomás hablaban
junto a la chimenea.
Dijo Chelo:
-Mujer, es lo mismo.
El caso es que el Niño presida, ¿no?
La silla crujió al
sentarse Raúl, a la cabecera. Elvi rió al otro extremo.
-Deberías comer con
más cuidado -dijo-. Yo no sé dónde vas a llegar.
Dijo Frutos:
-¿Por qué no habéis
prendido lumbre como otros años?
A Cati le temblaba un
poco la voz:
-Pensé que no hacía
frío -levantó sus flacos hombros como disculpándose-. No sé...
-Bendice -dijo Toña.
La voz de Raúl, a la
cabecera, tenía un volumen hinchado y creciente, como el retumbo de un trueno:
-Me pesé el jueves y
he adelgazado, ya ves. Pásame el vino, Chelo, haz el favor.
Dijo Cati:
-Si queréis, prendo.
Todavía estamos a tiempo.
Hubo una negativa
general; una ruidosa, alborotada negativa.
-¿No bendices?
-preguntó Toña.
Agregó Frutos:
-Yo, lo único por el
ambiente; frío no hace.
Cati humilló
ligeramente la cabeza y murmuró:
-Señor, da pan a los
que tienen hambre y hambre a los que tienen pan.
Al concluir se
santiguó.
Dijo Elvi:
-¡Qué bendición más
original, chica! Ella nunca bendecía así.
Rodrigo miró
furtivamente a su izquierda, hacia Cati:
-Se me hace raro no
verla aquí, a mi lado, como otros años.
Tomás, Raúl y Frutos
hablaban de las ventajas del «Seat 600» para aparcar en las grandes ciudades.
Dijo Raúl:
-En carretera fatiga.
Es ideal para la ciudad.
Chelo tenía los ojos
húmedos cuando dijo:
-¿Os acordáis del año
pasado? Ella lo presentía. Dijo: «Quién sabe si será la última Navidad que
pasamos juntos.» ¿No os acordáis?
Hubo un silencio
estremecido, quebrado por el repique de los cubiertos contra la loza. Raúl
estalló:
-Llevaba veinte años
diciendo lo mismo. Alguna vez tenía que ser. Es la vida, ¿no?
Cati carraspeó:
-Esa bendición se la
oí un día al padre Martín. Es sobria y bonita. Me gustó.
Tomás levantó la voz:
-A mí, como no me
gusta correr, tanto me da un coche grande como uno pequeño.
Elvi fruncía su
naricita respingona cada vez que se disponía a hablar. Dijo:
-Raúl tiene pan, pero
haría mejor pidiéndole a Dios que no le diese hambre. Si no, yo no sé dónde va a
llegar.
Elena pasaba las
fuentes alrededor de la mesa. Y cuando Elvi habló, unió su risa espontánea a
la de los demás.
-No, gracias, hija; no
quiero más -dijo Frutos con un breve gesto de la mano. Rodrigo denegó también.
Dijo luego:
-Ella ponía la
lombarda de otra manera. No sé exactamente lo que es, pero era una cosa
diferente.
Raúl se volvió a
Tomás:
-Pero, bueno ¿quieres
decirme qué kilómetros haces tú?
Dijo Frutos:
-Con la chimenea
apagada no me parece Nochebuena, la verdad.
Toña saltó:
-No es la chimenea.
Cati se inclinó hacia
Rodrigo:
-Está rehogada con un
poco de ajo, exactamente como ella lo hacía.
Elvi arrugó su
naricilla:
-Sigo pensando en esa
bendición tuya, tan original, Cati. Creo que no está bien. Para arreglar ese
asunto entre los que tienen hambre y los que no tienen hambre, me parece que no
es necesario molestar a Dios. Sería más sencillo decirles a los que tienen pan y
no tienen hambre, que les den el pan que les sobra a los que tienen hambre y no
tienen pan. De esa manera, todos contentos, ¿no os parece?
Tomás se soliviantó un
poco:
-Haga los kilómetros
que haga. Yo no tengo necesidad de correr y en carretera tanto me da un
«Seiscientos» como un «Mercedes»; es lo que tengo que decir.
-A mí no me parece
Nochebuena -dijo Frutos después de observar atentamente la habitación-. Aquí
falta algo.
Chelo amusgó los ojos
y miró hacia Cati:
-Cati, mona -dijo- si
te miro así con los ojos medio cerrados, como vas de negro, todavía me parece
que está ella -se inclinó hacia Raúl-. Raúl -añadió-, cierra los ojos un poco,
así, y mira para Cati. ¿No es verdad que te recuerda a ella?
Cati hizo un esfuerzo
para tragar. Toña hizo un esfuerzo para tragar. Raúl hizo un esfuerzo para
tragar. Finalmente, entrecerró los ojos y dijo:
-Sí, puede que se le
dé un aire.
Rodrigo se dirigió a
Frutos, cruzando la conversación:
-No te pongas pelma
con el ambiente. No es el ambiente. Es la lombarda; y el besugo también. Este
año tienen otro gusto.
Frutos enarcó las
cejas.
-Lo que sea no lo sé.
Pero a mí no me parece que hoy sea Nochebuena.
Cati descarnaba el
alón del pavo nerviosamente, con increíble destreza. Luego se lo llevaba a la
boca con el tenedor en porciones minúsculas.
Dijo Raúl:
-Pásame el vino,
Chelo, anda.
Chelo le pasó la
botella. Inmediatamente se incorporó y, sin decir nada, colocó al Niño en ángulo
recto con el largo de la mesa, encarando a Cati. Inquirió:
-¿Y así?
Dijo Elvi:
-No os molestéis. Es
la bendición tan rara de Cati la que lo ha echado todo a perder.
Toña gritó:
-¡No es la bendición!
-Bueno, no os pongáis
así. Lo que hay que hacer es beber un poco -dijo Raúl-. El ambiente va por
dentro.
Y repartió vino en los
vasos de alrededor.
Frutos se puso en pie
y sacó del bolsillo una caja de fósforos:
-Aguarda un momento
-dijo-. ¿Tenéis un papel? -se dirigió a la chimenea.
Chelo le dijo a Toña:
-Toña, por favor,
cierra un poco los ojos, así, y mira para Cati.
-Déjame -dijo Toña.
Las llamas
caracoleaban en el hogar. Frutos se incorporó con una mano en los riñones. Voceó
mirando al fuego:
-Esto es otra cosa,
¿no?
Añadió Chelo:
-Yo no sé si es por el
luto o que...
Frutos reculaba sin
cesar de mirar a la lumbre:
-¿Qué? ¿Hay ambiente
ahora o no hay ambiente?
Hubo un silencio
prolongado, Rodrigo lo rompió al fin. Le dijo a Cati:
-¿Pusiste manzanas en
el pavo?
-Sí, claro.
Rodrigo encogió los
hombros imperceptiblemente. Frutos apartó su silla y se sentó de nuevo.
Continuaba mirando al fuego. Toña le dijo irritada:
-No te molestes más;
no es el fuego.
Elvi frunció su
naricita:
-Cati -dijo-, si
probaras a bendecir de otra manera, a lo mejor...
Se oyó un ronco
sollozo. Raúl dejó el vaso de golpe, sobre la mesa.
-¡Lo que faltaba!
-dijo-. ¿Pues no está llorando la boba ésta ahora? Cati, mujer, ¿puede saberse
qué es lo que te pasa?
CUENTO DE NAVIDAD SACADO DEL LIBRO DE RELATOS CORTOS "LA MORTAJA" DE MIGUEL DELIBES.
FELIZ SOLSTICIO DE INVIERNO, Y MUCHOS BESOS BAJO EL MUERDAGO.