Vale, de acuerdo, ya se que muchos estaréis de vacaciones y muy cansados para acompañarme en la XVII etapa ¨Luchamos por la vida" que poco a poco, después de cruzar Cantabria, ha entrado en Asturias y cada vez está más cerca del Santuario de Covadonga.
Quién se anime que me siga pues salimos ya de la bonita aldea de Tielve con un día soleado, aviso de que vamos a pasar calor.
Tanto que nada más empezar a subir por las empinadas rampas de hormigón, hasta a nuestra propia sombra le cuesta seguirnos.
La etapa de hoy tiene un desnivel de 556 metros de subida y 1.134 de bajada.
Toda la etapa estará presidida por la majestuosidad de Los Picos de Europa y aunque hasta hace bien poco era muy poco conocida, cada vez es más frecuente ver transitada esta ruta.
Aunque lo vamos dejando a nuestra espalda, no me creen cuando digo que hasta aquella cima del Collado Posadorio hemos de subir, hemos partido de los 600 metros y el collado está a 1.315. Merece la pena el esfuerzo de subir hasta él pues el espectacular cortado vertical es un mirador que nos asoma al desfiladero de "las indias" que el río Duje ha ido labrando en la roca para abrirse camino antes de entregar sus aguas al río Cares.
Vamos tomando altura y ya asoman los neveros que aún quedan en La Peña Castil.
Recorremos una sucesión de brañas y majadas con buenos pastos y manadas, de vacas que ponen con sus campanos música a nuestro caminar.
Al llegar al collado de Tabaos "El Picu" parece que hace de pastor vigilante del ganado.....
....y de nuestros pasos a medida que lo vamos dejando atrás.
Aprieta el calor, en el trayecto hay varias fuentes que se ven asediadas y hay que hacer cola para llenar botellas y cantimploras, lo mismo que ordenadamente hacen cola las vacas para ir al abrevadero y aliviar la sed.
Reponemos fuerzas en la majada de Humardo, antes hemos dejado atrás la majada de Tordín y a pleno sol comenzamos a bajar por una zona donde abundan los helechos y restos de fincas cerradas de piedra y cabañas en peor estado que las bien conservadas que hemos dejado atrás.
Y nos metemos de lleno en la conocida como Calzada romana del Caoru; hay quien pone en duda su origen romano y dice que más bien es un camino empedrado medieval que unía mediante encachadas piedras estos pueblos y majadas.
Ya se ve al fondo Arenas de Cabrales.
Pero nos queda un buen trecho de marcado y trepidante desnivel, ya no se oyen charlas ni risas de alegres conversaciones, hay que mantener fija la mirada en donde se pisa y solo se oye el golpeo de los bastones sobre las piedras.
Vueltas y revueltas convierten el descenso en una variada y vistosa serpiente de colores.
La calzada en algunos tramos está muy deteriorada y habría que decir a los romanos que vuelvan a repararla, pues no ha vencido aún la garantía de la obra.
En otra época del año hice esta misma ruta en sentido contrario, había llovido los días anteriores y las piedras mojadas se convierten en un firme muy resbaladizo y peligroso.
En las cotas más baja hay una zona de magníficos y viejos castaños, se agradece su sombra a estas alturas del camino.
Un viejo cerezo silvestre cargado de pequeñas pero sabrosas y oscuras cerezas hacen que nos detengamos y probemos su dulce fruto.....
....antes de continuar el último tramo entre fresnos y avellanos.
Poco a poco el bosque va devolviendo y sacando de un camino de ensueño a quienes por un día hemos sido sus moradores y ahora regresamos a la dura realidad del asfalto.
Un baño en las transparentes aguas del Cares y una cerveza fresquita con limón son la mejor de las recompensas tras una jornada más, de camaradería y buena convivencia.
Hasta la próxima que nos llevará desde Carreña a Cangas de Onís.